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11QMelquisedec: Jesús en los Rollos del Mar Muerto

Melquisedec - Juan Antonio de Frias y Escalante
Abraham y Melquisedec – Juan Antonio de Frias y Escalante, 1668. Museo del Prado

Enguardia

Para algunas personas, la historia es un cúmulo de eventos fortuitos singulares que se desarrollan independientemente de las acciones de los hombres o bien acontecimientos intencionados por mentes humanas que han sido condicionados por los mismos eventos fortuitos. En pocas palabras, no hay ningún propósito o plan divino sobrenatural detrás de cualquier evento histórico. Los libros de historia, incluido los escolares, suelen seguir un hilo narrativo dónde los grandes hombres (y algunas mujeres) de todos los tiempos son los protagonistas. Ninguno pasaría por alto a Ramsés, Alejandro Magno, Cleopatra, Aníbal… o más recientemente, a Churchill, Hitler, Stalin, Franco. No obstante, en muchos eventos históricos los grandes protagonistas no son ni reyes, ni generales, ni grandes intelectuales, sino gente de la más humilde condición.

El primer ejemplo que se viene a mi mente es lo que sucedió en  Jerusalén en el año 1979. El famoso arqueólogo Gabriel Barkay se encontraba excavando con su equipo unas tumbas en la ladera del Valle de Hinón (dónde Jeremías 7:31 nos dice que habían sacrificado a niños). Barkay estaba muy entusiasmado y tenía grandes expectativas de encontrar algo en el depósito de una tumba que estaban excavando. No obstante, al poco tiempo el arqueólogo israelí se vio frustrado cuando su equipo no encontró nada en aquel sitio. Barakay, pensando que seguramente aquel lugar había sido saqueado, procedió a investigar un lugar adyacente. Durante unos días un grupo escolar estuvo ayudando al arqueólogo y su equipo en la excavación. Entre ellos estaba un muchacho llamado Natán que no dejaba de incordiar. Cansado de sus impertinencias, el arqueólogo decidió dejarlo en aquel lugar aparentemente vacío. Un poco más tarde Barkay sintió que alguien le tiraba de la camisa. Sabía que era Natán, el chico que había dejado a cargo de la tumba vacía. Irritado, Barkay se giró para ver qué quería esta vez el muchacho. El arqueólogo no podía creer lo que veía: ¡Natán tenía en sus manos dos vasijas antiquísimas! Al parecer el muchacho había estado picando el techo de una habitación que se encontraba justo debajo de la tumba.  Más tarde, Barkay y su equipo descubrieron en aquel depósito uno de los artefactos más importantes de la época y de la arqueología en general: los rollos del Ketef Hinom, unas inscripciones hebreas grabadas en una finas placas de plata que contienen la bendición sacerdotal del libro de los Números (Num. 6:24-26) y que datan de los siglos VII-VI a.C.

El segundo evento, también de ámbito arqueológico, es lo que sucedió por allá en el año 1946 a los pies de un acantilado a las orillas del Mar Muerto. Mientras el primer ejemplo sucedió en una Jerusalén e Israel independiente, el segundo aconteció justo en aquellos años decisivos cuando los israelíes decidían su futuro. Todavía bajo mandato británico, tres beduinos se encontraban cuidando sus ovejas (recordemos la historia de los pastores de Belén que nos narran los evangelios) en las orillas de aquel inmenso lago inerte. Uno de ellos, buscando una oveja descarriada, descubrió el orificio de una cueva. Curioso por aquel hallazgo, el beduino decidió tirar algunas piedras dentro de la cueva. Pero el sonido pareció como el quebrantamiento de una vasija (poco sabía él que había roto el silencio de unas palabras escritas hace dos mil años atrás). El pastor decidió bajar y examinar la cueva.  Allí el beduino encontró unos antiguos pergaminos con unas extrañas inscripciones. Los llevaron a su campamento y los colgaron en una de sus tiendas. Como tres hombres esperando su veredicto, el libro de Isaias, el comentario de Habacuc y La Regla de la Comunidad, permanecieron atados al poste de una tienda por un tiempo bajo la mirada atenta de sus descubridores y algunos visitantes curiosos. Finalmente, los beduinos juzgaron que lo mejor sería cortar la Regla de la Comunidad en dos y probar de venderlo a un anticuario de Belén. Después de descubrir varios manuscritos más, los pastores consiguieron vender (por un puñado de dólares) cuatro manuscritos a Kando, un anticuario de Belén, y otros tres a un negociante llamado Salahi. Pero después de varios años, mucha intriga y una guerra por medio, los siete manuscritos acabaron en manos del profesor israleí Sukenik y de su hijo Yadin.

Desde 1951 y 1956 se fueron descubriendo más y más manuscritos en 11 cuevas distintas (sin contar la cueva 12 explorada por J. Randall Price y su equipo, los cuales encontraron varios artefactos antiguos). Precisamente, es en la cueva número 11 dónde se encontró el fragmento 11QMelch (11Q13 o 11QMelquisedec), así como un rollo de ocho metros llamado el Rollo del Templo (11QT) y el Libro de los Jubileos, el cual forma parte del cánon de la Iglesia Etíope.

Fragmento del libro de Isaias en los Rollos del Mar Muerto
Fragmento del libro de Isaías – Museo de Israel

Melquisedec en las Escrituras

11QMelquisedec es un pesher, comentario o interpretación, sobre la liberación de los “Hijos de la Luz” y el juicio de las naciones por el Dios/hombre Melquisedec. La historia de Melquisedec se menciona en unos pocos versículos del libro del Génesis (Gen. 14:17-23) y aconteció alrededor del siglo 19-20 a.C. Mil años más tarde aparece misteriosamente de nuevo en uno de los salmos de David (Sal. 110:4) y vuelve a desaparecer del relato bíblico hasta que otros mil años después Pablo explica su significado en varios pasajes del Nuevo Testamento (Heb. 5:6-10; 6:20; 7:1-21).

El relato del Génesis nos da a entender que Abraham, después de derrotar a cuatro reyes (Amrafel, Arioc, Quedorlaomer y Tidal) y recuperar a Lot, su familia y sus bienes, se encuentra con Melquisedec, el rey/sacerdote del “Dios Altísimo”, en el Valle de Melek (el Valle del Rey), Jerusalén. En un acto solemne y cargado de significado, Melquisedec “sacó pan y vino; y lo bendijo diciendo: Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra; y bendito sea el Dios Altísimo que entregó tus enemigos en tu mano.” Abraham seguidamente le dio el diezmo de todos su bienes, reconociendo que éste era el Rey de Salem (Rey de paz) y sacerdote del Dios Altísimo.

La esperanza de un redentor, un Mesías que vendría a salvar a la humanidad, no es algo que se tomaron prestado los judios de otras religiones, como algunos alegan. Esta idea aparece en el libro del Génesis (Gn.3:15) y se desarrolla progresivamente a través de nuevas revelaciones registradas en las Escrituras y en otros libros apócrifos como el libro de Enoc. Las referencias a Melquisedec son alusiones a esta idea mesiánica.

Otro texto importante es el Salmo 110. De hecho, éste es uno de los textos más citados en el Nuevo Testamento (Hech. 2:34; 1 Co. 15:25; He.1:13; 1 P.3:22). Jesús, en cierta ocasión, pregunta a los fariseos:

“¿Qué pensáis del Cristo?¿De quién es hijo? Le dijeron: De David. El les dijo:
¿Pues cómo David en el Espíritu le llama Señor, diciendo:

Dijo el Señor (Jehová) a mi Señor (Adoni):
Siéntate a mi diestra,
Hasta que ponga a tus enemigos
Por estrado de tus pies (S.110:1)

Pues si David le llama Señor, ¿cómo es su hijo? Y nadie le podía responder palabra;
ni osó alguno desde aquel día preguntarle más.” (Mt.22:41-46)

Curiosamente, Jesús sólo menciona el primer versículo, el cual parece ser suficiente para silenciar a los fariseos. El Señor (Adoni) a quien Dios llama a su diestra no puede ser un hijo suyo, pues ningún rey soberano llama a su hijo “Señor”.  El Señor a quien Dios llama a su diestra; es decir, a quien da su poder y gloria, es el Señor de David, no su hijo. Es más, ¿que Dios daría toda su gloria y poder a un hombre mortal?

Si seguimos leyendo el resto del salmo vemos cómo Dios nos revela que va a enviar “la vara” (el Mesías), un rey (“domina”) que juzgará a todas las naciones. Pero este mismo rey será también sacerdote (Sal.110:4):

“Tu eres sacerdote para siempre
Según el orden de Melquisedec”

El Rey de Justicia que se ha sentado a la diestra del Padre y que juzgará a todas las naciones, es un sacerdote sin principio ni fin, no según el orden de Leví (constituido por hombres mortales), sino según el orden de Melquisedec, el cual “puede salvar perpetuamente al hombre a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.” (Heb.7:25) Jesús, el Rey de los Judíos, no es levita, sino de la orden de Melquisedec. Los levitas no podían quitar el pecado de nadie, pues ellos mismos eran mortales y pecadores. Por lo tanto, era necesario un sacerdocio mejor, uno constituido por una persona sin pecado, sin mancha, inmortal, uno que pudiese interceder realmente por nosotros.

Los Esenios y 11Q13

Cueva en Qumran
Una de las cuevas próximas a Qumran – Grauesel, Wikimedia Commons.

Unos dos mil años atrás (200 a.C.-100 a.C.) un grupo de judios, conocidos por varios historiadores antiguos como los esenios (Essaios), establecieron una comunidad a los pies de unos abruptos precipicios del Mar Muerto. Hoy este sitio se conoce como el Qumrán, un lugar próximo a las cuevas dónde se encontraron los Rollos del Mar Muerto. Los esenios, según la mayoría de académicos, era una “secta” del judaísmo que rechazaba las enseñanzas de los fariseos y saduceos. Los líderes eran sacerdotes de la orden de Zadoc, los cuales vivían en Qumrán, no obstante, había diversas comunidades por todo Israel compuesta principalmente por judíos, aunque también habían gentiles.  Hay evidencia de que algunos personajes del Nuevo Testamento eran esenios o habían tenido contacto con ellos.

Los académicos suelen hacer mucho énfasis en sus tradiciones y rituales, pero pocos de ellos estudian realmente en profundidad su doctrina y sus interpretaciones apocalípticas.  Basándose en el libro de Daniel y otras profecías bíblicas, los esenios habían calculado la fecha de la llegada del Mesías. De una manera parecida a Juan el Bautista (algunos creen que fue esenio), llamaban a la gente a volver a los caminos de Dios. Los esenios eran especialmente duros con los fariseos y saduceos porque, entre otras cosas, rechazaban las profecías y no creían en un Mesías  divino; es decir, que Dios mismo vendría en carne y hueso a quitar sus pecados.

11QMelch nos da una visión muy clara de su interpretación acerca del Mesías. Aunque parte del texto está intacto, el manuscrito está fragmentado y algunas porciones son difíciles de descifrar. Aún así, ha sido posible reconstruir gran parte del texto.

“…y en cuanto a lo que dijo: “En este año de jubileo (Lev. 25:8) cada uno de vosotros regresará a su tierra ancestral;” al respecto dijo: “Y esto es la forma de la remisión: cada acreedor remitirá lo que haya prestado a su prójimo o a su hermano porque se ha proclamado una remisión de Dios.” (Dt. 15:2) Su interpretación para los últimos días se refiere a los cautivos, quienes [… ] y cuyos maestros han sido escondidos y mantenidos en secreto, y de la herencia de Melquisedec, [porque] ellos son la herencia de Melquisedec quien los hará regresar. Y se les proclamará libertad para librarlos de la deuda de todas sus iniquidades.”

La primera sección del 11Q13 nos da una interpretación muy interesante sobre el jubileo. Según Levíticos 25, todos los israelitas debían “proclamar libertad a todos los moradores”(Lev.25:10) y hacer descansar la tierra de toda labranza cada cincuenta años. Así mismo, cada siete años, en la shmitá (año sabático), los prestadores debían perdonar la deuda a sus deudores y dejar los campos reposar.

Aquí los esenios nos dan una interpretación alegórica muy bonita con la que podemos identificarnos. Esto no quiere decir que no creyesen en una interpretación literal, sino que veían también un significado más profundo que el mandamiento en sí. Para ellos, el Jubileo y la Shmitá apuntaban a una realidad que estaba por llegar: la liberación de su esclavitud y la remisión de sus pecados. ¡Pero lo más sorprendente es que ellos creían que Melquisedec iba a ser quien los libraría de “todas sus iniquidades”!

“Y esto sucederá en la primera semana del jubileo [que ocurre] después de los nueve jubileos. Y el Día de la Expiación es el final del décimo jubileo en el que se hará expiación por todos los Hijos de la Luz y por los hombres destinados por Melquisedec […] conforme a todos sus hechos,…”

Melquisedec - 11Q13
Fragmento de 11Q13 – Dead Sea Scrolls Digital Library

El calendario de los esenios era diferente al de los fariseos (el que utilizan los judíos en la actualidad) y saduceos. Los esenios utilizaban un calendario solar que mantenía las festividades siempre fijas, a diferencia de los otros, que utilizaban un calendario lunar mucho más engorroso.

El calendario de los esenios se divide en épocas de 500 (onah), 50 (Jubileo) y 7 años (shmitá). Creían que de la primera creación a la nueva pasarían 7000 años, los cuales se dividían en cuatro épocas: Creación,Torá, Gracia, Milenio. Cada época tenía dos mil años, excepto la última, que serían los mil años del reinado del Mesías (Ap.20). Según su calendario hoy estamos en el año 5949.

Los esenios que nos dejaron los Rollos del Mar Muerto se encontraban al final de la octava onah (3501-4000). Según el texto, Melquisedec iba a proclamar la libertad una semana (shmitá) después del noveno jubileo de su época (la octava onah); es decir, en el año 3957 A.M. o 32 d.C., ¡el día de la muerte de Cristo!

Una posible explicación al conocimiento tan exacto de este evento es su interpretación literal de las 69 semanas de Daniel (Dn. 9:24-27). La gran mayoría de cristianos creen que esto equivale al año 32/33 d.C.

“…porque es el tiempo del año de gracia de Melquisedec y de sus ejércitos, la nación de los santos de Dios, de la administración de justicia, como está escrito de él en los salmos (cánticos) de David, quien dijo:

Elohim se levantará en la asamblea de Dios;
en medio de los dioses juzgará (Sal.82:1)

Y acerca de él dijo: y encima, a las alturas, vuelve:

Dios juzgará a las naciones (Sal.82:8)

Y en cuanto a lo que dijo:

¿Hasta cuándo juzgarás injustamente y
serás parcial con los impíos. Selah.” (Sal.82:2)

La interpretación de esto se refiere a Belial y los espíritus de su  porción quienes se alejan de los mandamientos de Dios para cometer el mal. Y Melquisedec llevará a cabo la venganza de los juicios de Dios y en ese día los librará de la mano de Belial y de la mano de todos los espíritus de su porción.

Al parecer los esenios creían que Dios vendría a juzgar la tierra en la era de la Gracia. En principio, esto puede parecer discordante con la interpretación cristiana dispensacionalista, pero el Juicio no tiene por qué  empezar al inicio de la era de la Gracia, puede ocurrir en cualquier momento. Es más, sabemos (si leemos el Apocalipsis de manera “literal”) que el Milenio no empezará hasta que haya terminado la Gran Tribulación. En otras palabras el Gran Juicio vendrá al final de la era de la Gracia, posiblemente poco después del arrebatamiento.

Es interesante, no obstante, que la persona que lleva a cabo el Juicio es el rey/sacerdote Melquisedec. Esto concuerda perfectamente con el caballero de Apocalipsis 19:11-16, el “Rey de reyes y Señor de señores”.

Y todos los dioses de justicia lo asisten; y él es (aquél) quien todos los hijos de Dios,… es el día de la paz sobre el cual habló por medio del profeta Isaías quien dijo:

“Cuán hermosos son sobre las montañas los pies del mensajero que anuncia la paz, el mensajero del bien que anuncia la salvación diciendo a Sión: tu Dios es rey”. (Is.52:7)

Su interpretación: “las montañas” son los profetas… y el “mensajero” es el ungido del espíritu, como Daniel dijo sobre él:

“Hasta un ungido, un príncipe, son siete semanas.” (Dn.9:25)

Y “el mensajero del bien que anuncia la salvación” es aquel sobre quien está escrito:

“Para consolar a los afligidos.” (Is.61:2)

Qumrán sitio arqueológico
Asentamiento en Qumrán mirando hacia el Mar Muerto. Foto por Don Knebel

Como hemos dicho anteriormente, los esenios utilizaron las profecías de Daniel para calcular el tiempo de su venida. En esta sección comparan al Mesías, el “ungido” (Dn.9:25), con el “mensajero que anuncia la paz”, el cual consolará a los afligidos (Is.61:2).

Los evangelios nos cuentan que en cierta ocasión (Lc. 4:16-19; Mt.13:53-58, Mr.6.1-6) Jesús  se levantó a leer en la sinagoga el libro del profeta Isaias, en concreto el capítulo 61, el cual hace referencia este texto. Jesús leyó que el ungido venía a “pregonar libertad a los cautivos y vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a predicar el año agradable (era de Gracia) del Señor”. (Is. 61:1-2) La redención de los cautivos es la libertad de la que nos hablan acerca del jubileo y la shmitá (año sabático) es el perdón de nuestra deuda con Dios. Todo esto, les dijo, se estaba cumpliendo en aquel día.

Su interpretación: instruirlos en todas las edades del mundo en verdad…[Sión(?)] se ha alejado de Belial y volverá a… los juicios de Dios, como está escrito sobre él: “diciendo a Sion: tu Dios es rey.” “Sión” es la congregación de todos los hijos de justicia que establecen el pacto, que evitan caminar en el camino del pueblo. Y  “vuestro Dios” es Melquisedec quien los librará de la mano de Belial. Y en cuanto a lo que dijo: “Y tocarás el cuerno en toda la tierra…(Lev. 25:9) y conocerás a Dios y la multitud la ley sobre ellos… devorarán a Belial con fuego…

El último párrafo está muy fragmentado pero vemos algo muy claro: El rey/sacerdote Melquisedec es Dios en persona, quién nos librará de las garras de Satanás (Belial). Sión son todos aquellos que deciden creer en Melquisedec (Jesús) y escogen caminar por el buen camino.

Leyendo este texto en su contexto histórico, no es de extrañar que muchos consideren a los esenios una secta, pues realmente sus creencias difieren mucho de las de los fariseos y saduceos de su época. Tampoco es de extrañar que los esenios vieran a éstos como hijos de Belial. Al igual que los cristianos, los esenios entendieron que Dios vendría en persona a redimirlos, algo que los fariseos y saduceos rechazaban por completo.

¿Designio o azar?

Está claro que los pastores beduinos que encontraron los rollos del Mar Muerto no sabían realmente lo que tenían en sus manos; si fuese así nunca hubiesen vendido esos manuscritos por un puñado de dólares. Seguramente tampoco eran conscientes de que aquel descubrimiento iba a cambiar para siempre nuestra visión sobre la arqueología bíblica, arrojando nueva luz sobre el judaísmo y cristianismo antiguo. Al igual que los beduinos, mucha gente sigue sin entender realmente lo que significa este hallazgo (si es que saben algo de ello), es más, sospecho que incluso muchos académicos no comprenden el verdadero valor de estos fragmentos. Pero aquellos que creen en el designio divino, en la providencia, entienden que aquel descubrimiento no fue un mero accidente.

Los esenios creían que los israelitas iban a rechazar al Mesías y que Dios iba a castigarlos por ello. Es más, sabían que esto acontecería 40 años después de la muerte de Cristo; es decir, alrededor del año 70 d.C., cuando los romanos arrasaron el templo de Jerusalén. Siendo conscientes de esto, los esenios desalojaron voluntariamente su comunidad, posiblemente escondiendo antes todos o parte de sus pergaminos en las cuevas próximas a Qumrán.  No obstante, muchos israelitas siguieron luchando. Después de varias revueltas fueron derrotados y exiliados por toda la faz de la tierra. Al igual que aquellos pergaminos, los judíos fueron cubiertos de polvo, olvidados por casi dos mil años. Pero, por alguna extraña coincidencia, los dos volvieron a revivir, a ver la luz, en aquellos turbulentos años del siglo XX, entre los años 1946-1949. Lo que estaba muerto ha revivido; se había perdido y ha sido hallado.

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