En 1954, Roland de Vaux desenterró en Qumrán un extraño disco de piedra de unos quince centímetros de diámetro. Aunque el hallazgo fue algo llamativo, el descubrimiento de otros artículos arqueológicos y decenas de manuscritos de gran importancia hizo que el disco quedara relegado a un segundo plano y cayera en el olvido durante más de cuarenta años.










