¿Pueden las obras del islam salvar al musulmán?
—Enguardia
Para el musulmán no hay cosa más importante que imitar la vida de Mahoma realizando, entre otras cosas, los cinco “mandamientos”(1) con la esperanza de ser aceptados como justos delante de Alá en el día del juicio. Los cinco mandamientos, o pilares, son los siguientes:
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Shahada, confesión de fe. En esta confesión la persona declara que “no hay más dios que Alá, y Mahoma es su profeta.”
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Salat, oraciones. Éste es el ritual más riguroso y el que más define al musulmán. Se realiza cinco veces al día y va precedido por un estricto ritual de purificación.
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Sawm, ayuno. Este ayuno diurno se realiza especialmente durante el mes de Ramadán.
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Zakat, limosna. Tradicionalmente el zakat ha sido un impuesto obligatorio, sin embargo, hoy día el zakat puede ser obligatorio o voluntario dependiendo el país en el que se viva.
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Hajj, peregrinación. La peregrinación a la Meca es obligatorio para todo aquel que pueda permitírselo. Una vez allí cada musulmán realiza una serie de rituales (uno de los más conocidos es un ritual de procedencia pagana en el cual el musulmán da 7 vueltas alrededor de la Kaaba y besa la Piedra Negra).
A estos cinco pilares además hay que añadirles todos los códigos de conductas encontrados en la Sharia, los cuales, según qué países, pueden llegar a ser muy estrictos. De esta forma el musulmán está obligado a seguir unas leyes muy severas que lo atan a una religión basada en obras y apariencias externas. Quizá, el evento que ejemplifica mejor este esfuerzo religioso es la historia que hay detrás del salat. La historia del Al-Mi’raj (la ascención) recopilada en los hadices de Al-Bujarí (2) nos relata de qué manera llegó a imponer Mahoma (o Alá) las cinco plegarias diarias.
La historia empieza con Jibril (el ángel Gabriel), quien lleva a Mahoma más allá del séptimo cielo. Al pasar por cada uno de los cielos Mahoma se encuentra y saluda a uno o varios personajes. Cada uno de ellos le responde: “Bienvenido sea el hermano piadoso y el profeta piadoso.” De esta forma en el primer cielo conoce a Adán, en el segundo a Juan el Bautista y a Jesús, en el tercero a José, en el cuarto a Idris (supuestamente Enoc), en el quinto a Harún (Aaron), en el sexto a Moisés, y finalmente en séptimo cielo se encuentra con Ibrahim (Abraham). Una vez ahí Mahoma asciende hasta el Sidrat-al-muntaha, el Loto del Límite, donde visualiza el Nilo y el Eufrates (más dos otros ríos invisibles). Además de esto también ve la Casa Sagrada (Al-Bait-al-Ma’mur) donde “entran diariamente setenta mil ángeles”. Luego se le presenta un vaso con vino, un vaso con leche y un vaso con miel. El profeta escoge el vaso con leche (el cual es el puro monoteísmo islámico) y se le impone cincuenta oraciones diarias (!). Al regresar, Mahoma se encuentra con Musa (Moisés), quien le dice: “Tu nación no podrá cumplir con cincuenta oraciones al día. ¡Por Dios! Yo he probado a la gente antes que ti y he hecho con los bani Israel [los hijos de Israel] mi mejor intento. Vuelve, pues, a tu Señor y pídele que se reduzcan las oraciones para tu gente.” Mahoma vuelve a Alá y le pide que le reduzca la carga. Alá le reduce diez rezos pero al volver a hablar con Moisés éste le repite lo mismo. Así Mahoma va y viene varias veces hasta que Alá reduce los rezos hasta cinco. Moisés vuelve a decirle lo mismo pero está vez, par no molestar más a Alá, Mahoma se contenta con los cinco rezos. Finalmente, al marcharse, Mahoma escucha una voz que le dice: “He dictado mi mandato y he reducido la carga sobre mis siervos.”
Bien, no es este el momento para hacer un análisis exhaustivo sobre este relato, pero sí que nos sirve para recalcar varias cosas. En primer lugar podemos ver la exaltación que se hace Mahoma a sí mismo al ir más lejos que Abraham, ¡e incluso que Jesús! Esta es sin duda una imagen estrafalaria, puesto que en la Biblia no hay ni un solo profeta que se exalte a sí mismo de tal manera, ni tampoco que haya sido exaltado por Dios de tal modo. Solo una persona ha sido puesta tan en alto: Jesús. Pero, curiosamente, en el Mi’raj Jesús solo aparece en el segundo cielo y acompañado de Juan. En segundo lugar, Mahoma nos muestra en esta historia su verdadera visión sobre la religión: el sacrificio para encontrar la aceptación de Dios. Es más, parece como si Mahoma viera la oración como una carga. Recordemos esas últimas palabras que escuchó Mahoma en su descenso de la Casa Sagrada: “He dictado mi mandato y he reducido la carga sobre mis siervos.” De esta forma, para el profeta arábigo las oraciones no son más que obras tortuosas que uno debe realizar para agradar a Dios. Precisamente, este es el tipo de religión contra la que tanto lucharon los reformadores (en su caso contra el catolicismo) y que se opone a las claras enseñanzas de las Escrituras:
Sacrificio y ofrenda no te agrada;
Has abierto mis oídos;
Holocausto y expiación no has demandado.
-Salmo 40:6
El mensaje de Jesús fue el mismo que el expresado en el salmo anterior, no obstante los musulmanes aseguran que el Islam es una religión más pura que la cristiana (la cual supuestamente ha sido corrompida). Pero en realidad lo único que ha hecho el Islam es seguir los pasos de los fariseos; es decir, han vuelto a las leyes impuestas por hombres que atan con cargas pesadas aquellos que rechazan al verdadero mesías, quién nos dice:
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados,
y yo os haré descansar.” – Mateo 11:28
Además, parece como si Mahoma viera la religión como una competencia: si los judíos oran tres veces al día, los musulmanes deben que orar cinco. Si los judíos ayunan un día (en Yom Kippur), los musulmanes deben ayunar todo un mes (en Ramadán). Si los judíos tienen su ciudad santa (Jerusalén), los musulmanes también tienen que tener la suya (la Meca). Que contraste tan grande con el mensaje cristiano. Mientras Jesús aligera la carga, Mahoma la aumenta. Mientras Jesús nos enseña a obrar por fe, Mahoma enseña a tener fe por obras. Mientras Jesús dió su vida para redimir al hombre, Mahoma mató para atar al hombre en tinieblas. Mientras Jesús nos dice que creamos en él para obtener la salvación, Mahoma enseña a no creer en Jesús (como salvador) y a esforzarse por ganar una salvación que ni él mismo tenía asegurada.
Ojalá algunos musulmanes puedan darse cuenta de la vanidad de los sacrificios y las obras.
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Algunos musulmanes añaden la yihad como un sexto pilar.
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Sahih Al-Bujarí. 56, XLII, 1589.
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