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¿Qué es el temor de Dios? (Parte 1)

Adan y Eva en el Jardín del Edén

Enguardia

Hace unos años leí un artículo sobre el animismo en la India que me llamó la atención. El animismo, para aquellos que no lo sepan, es la creencia de que el mundo natural está animado por espíritus; es decir, las plantas, árboles, animales, están imbuidos por espíritus o por algún tipo de energía divina. Es una creencia que se encuentra por todo el mundo y los eruditos seculares enseñan que es la religión más antigua del mundo. Pero debo decir que se equivocan por completo. Dios creó al hombre para adorar a un solo Dios, al único y sabio Dios (Jud. 1:25). La primera persona creada, Adán, conoció a este Dios, al igual que sus descendientes, hasta que decidieron corromperse y adorar a otras cosas creadas; es decir, a espíritus inmundos o demonios. De hecho, hay pruebas históricas que refuerzan esta idea. Por ejemplo en China, mucho antes de que surgiera el budismo, las personas adoraban a un único Dios llamado Shang-di, que literalmente significa el “emperador más alto”. Esto me hace recordar al El-Elyon, al Dios Altísimo que menciona tantas veces la Biblia.  Hay evidencias de que los primeros emperadores chinos sacrificaban a su Dios en el templo. Aunque ahora no tengo tiempo para entretenerme con esto, lo cierto es que existen algunas similitudes con ciertas prácticas que encontramos en la Biblia.

Ahora bien, aunque la religión principal de la India no sea el animismo, el hinduismo tiene ciertas similitudes con este. El animismo adora a espíritus o dioses que viven en los animales y plantas mientras que los hindúes creen que todo es dios; es decir, una roca, una planta, un animal es parte de dios; de hecho, ellos creen que nosotros somos dios o parte de dios. La idea por tanto no es tan diferente.

Lo que me llamó la atención en este artículo es lo que dijo una misionera a una mujer animista. Ella le preguntó: “¿Cómo puede ser que adoréis a estos dioses tan grotescos?” Seguramente habréis visto en persona o en imágenes los dioses de la India. No son personajes que a uno le inspiren confianza ni, mucho menos, el deseo de ser adorados. Algunos son realmente repugnantes. Pues bien, ella le respondió: “no lo entiendes, es que no los adoramos porque nos agradan, los adoramos porque les tememos”.

En la gran mayoría de las religiones, la adoración a Dios o a los dioses se basa en el temor; de hecho los sacrificios humanos solían hacerse para apaciguar a los dioses. El islam se basa en el temor a Alá. El musulmán pasa toda su vida realizando obras estipuladas en el Corán esperando recibir el favor de su dios. El catolicismo funciona de forma parecida, pues el católico también trabaja para obtener la suficiente puntuación como para entrar en el cielo. Tanto el musulmán como el católico pasan toda su vida sin la garantía de su salvación; siempre hay ese temor de que Dios los puede enviar al infierno

Por lo tanto, el temor a Dios o los dioses parece estar bastante arraigado en las personas. Como veremos más adelante, esto no es difícil de explicar. Ahora bien, dicho esto, ¿qué es el temor de Dios? Este es el tema del que vamos a hablar hoy. De hecho, me va a llevar varios días hablar de esto pues realmente hay mucho de qué hablar. Lo primero que haremos será definir este término y examinaremos varios ejemplos. Seguidamente veremos algunos aspectos prácticos, después examinaremos varias características particulares y, por último, hablaremos sobre el temor de Dios en el Nuevo Testamento. Hoy solo tocaré el primer punto.

El significado del temer de Dios

Existen varias interpretaciones acerca del significado del temor de Dios. La explicación más común es que  “temor” no significa realmente temor, sino que es un tipo de reverencia hacia Dios o una comprensión de nuestra posición ante Él. Es decir, que nosotros somos inferiores a Dios y que él está por encima de todas las cosas, por lo tanto debemos mostrar reverencia.

La otra interpretación es más compleja. Espero que me explique bien. El temor de Dios es… pues eso, el temor de Dios. Es decir, tenerle miedo. Está claro que hoy día esto no cuaja con muchos, sin embargo esta interpretación es la que yo sostengo. Espero que lo siguiente nos ayude a esclarecer esto.

Primeramente, vamos a analizar el significado de reverencia en la Biblia. La palabra es שָׁחָה (shajá) y significa “postrarse, inclinarse a tierra”. Es un acto de adoración que generalmente estaba ligado al temor hacia la persona o dios al que se reverenciaba. Una de las definiciones del diccionario español es similar. Según la RAE, reverencia es: “Inclinación del cuerpo en señal de respeto o veneración.”

Ahora bien, debo recalcar que esta palabra NO es la que se utiliza cuando se habla sobre el temor de Jehová. Aquí la palabra es יָרֵא (yaré) y se puede traducir de diferentes maneras.

    1. miedo, terror
    2. cosa asombrosa o aterradora
    3. temor (a Dios), respeto, reverencia, piedad
    4. veneración

Esta palabra aparece más de trescientas veces. Alrededor de doscientas veces se traduce como “temor”, unas ochenta como “miedo”, y solo cuatro o cinco veces se traduce como “reverencia”.  Es decir, la traducción más común y natural no es “reverencia” sino “temor” o “miedo”.

Incluso si examinamos aquellos sitios donde se traduce como “reverencia” veremos que en realidad no es incorrecto utilizar las otras palabras. Por ejemplo, en Levítico 19:30 y 26:2 se encuentra el siguiente pasaje repetido:

Mis días de reposo guardaréis, y mi santuario tendréis en reverencia. Yo Jehová.”

Es bastante obvio porque decidieron utilizar esta palabra en lugar de “miedo” o “temor”. Quizá resultaría un poco extraño decir que debemos tener miedo del santuario. Al fin y al cabo es solo un edificio, ¿no? En realidad no se trataba de un simple edificio o tabernáculo, era dónde estaba la presencia de Dios, la shekiná. Por lo tanto, incluso aquí, no me parecería incorrecto traducir esto como miedo o temor.

En resumen, la palabra más común y natural para יָרֵא (yaré) es “miedo” o “temor”. Además, deberíamos preguntarnos, si el temor de Jehová significa reverencia, ¿por qué no traducirlo como tal? ¿Por qué no decir: “la reverencia a Jehová es el principio de la sabiduría”, por ejemplo? Quizá es porque los traductores entienden que existe una palabra para reverencia y otra para miedo, al igual que en el español tenemos una palabra para cada cosa.

El principio del temor de Dios

Curiosamente, el primer sitio donde aparece la palabra יָרֵא es el el libro del Génesis, cuando Adán y Eva desobedecen la orden de Dios de no comer del fruto del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal.

Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis.  Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella. Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales.

Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. (Gen 3:1-10)

Me parece interesante que este sea el primer versículo dónde aparece esta palabra, porque nos da una información valiosa. Aquí es dónde empieza todo, es el principio del temor. Adán y Eva no habían tenido miedo antes. Vivían con total seguridad en un lugar perfecto: el Edén. La presencia de Dios estaba ahí en ese jardín paradisíaco. No había llanto, no había dolor, no había muerte. Dios estaba con ellos, y hablaba con ellos, hasta que… Adán y Eva la pifiaron y el temor se apoderó de ellos. Desde entonces, aquel temor quedó arraigado en el ser humano. Pero un día empezaron a temer a otros dioses y a adorarlos en vez de al Dios verdadero. Posiblemente eso ocurrió primeramente cuando los ángeles pecaron al fornicar con las “hijas de los hombres”. En cierta manera, es comprensible que los hombres tuvieran miedo de estos ángeles, y posiblemente es aquí donde empezaron a rendirles culto.  Sea como sea, lo que está claro es que en algún punto en la historia las personas hicieron lo malo (ver Gn. 6) y empezaron a adorar a otros dioses, ya fueran los “Elohim” o los demonios mencionados en las Escrituras.

El temor hacia los espíritus inmundos se ve claramente en muchas tradiciones paganas como el Halloween y Samaín. En cuanto a las máscaras y los disfraces este artículo dice lo siguiente:

“Las máscaras y los disfraces se utilizaban para ocultar la asistencia a festivales paganos, cambiar la personalidad del portador y permitir la comunicación con el mundo de los espíritus. En este caso, los disfraces podían utilizarse para ahuyentar a los malos espíritus. La costumbre de ponerse un disfraz puede tener su origen en los participantes de las ceremonias celtas, que llevaban cabezas y pieles de animales para adquirir la fuerza de un animal concreto con el fin de ahuyentar a los fantasmas o evitar ser reconocidos por ellos.”

Por tanto, los disfraces eran una manera de ahuyentar a los fantasmas. Las lámparas con las calabazas tenían el mismo efecto. La gente temía a estos espíritus. En este caso se intentaba ahuyentarlos, pero en otros se les rendía culto a través de rituales y ofrendas. Por ejemplo, esta historiadora, hablando sobre los sacrificios humanos de los aztecas, nos dice lo siguiente:

“El sacrificio humano tenía por objeto saldar la deuda que se formó cuando los dioses se desangraron para crear el mundo. Los aztecas creían que si no sostenían al sol con sangre, el mundo llegaría a su fin. Era algo así como alimentar a los dioses.”

Podemos pensar que esto son cosas del pasado, pero lo cierto es que existe una corriente neopagana muy fuerte en Europa. En Islandia todavía hay gente que cree en los elfos, que no son más que demonios; aunque algunos piensan que algunos son buenos. La adoración a la “madre tierra”, el budismo, la brujería… están por todas partes. Lo que muchos no saben es que detrás de todo esto se esconden espíritus malignos al servicio del diablo.

El temor necesita amor

Llegados a este punto, surge la siguiente pregunta: ¿deberíamos tener nosotros temor de Dios? Creo que la respuesta a esto la encontramos en los versículos que hemos leído anteriormente. La llave para entender el temor de Dios es el pecado. El pecado es lo que nos separó de Dios. Trajo por primera vez miedo al corazón del hombre. Adán y Eva enseñaron a sus hijos lo que había pasado y estos a sus hijos, y así sucesivamente. El temor de Dios estuvo en el corazón de los hombres, y aunque posteriormente decidieron abandonar a Dios, siempre hubo un remanente que decidió seguir temiendo a Dios.

No obstante, es importante recalcar que el temor de Dios siempre fue acompañado de la fe y la misericordia de Dios. Una persona está totalmente perdida si adora a un dios simplemente por temor. Dios castigó la desobediencia de Adán y Eva, pero también les prometió un remedio. En primer lugar, Dios proveyó un vestido de pieles para ellos. Pensemos en ello, porque es algo asombroso. El versículo seis nos dice que Adán se escondió después de escuchar la voz de Dios y ver que estaba desnudo (Gén. 3:7). La voz de Dios le pareció algo terrible. Sus ojos fueron abiertos para ver su desnudez; es decir, por primera vez vio su propio pecado. Sin embargo, unos versículos más adelante vemos que Dios les provee de unas pieles de animales para tapar su desnudez. (Gén. 3:21) Esto es asombroso. Él mismo realizó el primer sacrificio, y también el último, el que trajo nuestra salvación. Él cubrió su vergüenza al principio y la tapó también al final al cubrir todos nuestros pecados a través de su sacrificio en la cruz. Ellos intentaron tapar su desnudez con hojas, pero Dios les dio algo mejor y entendieron por primera vez que el sacrificio era necesario. En segundo lugar, Dios prometió la derrota de aquel que trajo la muerte: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.” (Gén. 3:15)

Esta información puede parecernos un poco escueta, pero seguramente Adán y Eva conocían mucho más de cerca a Dios de lo que podamos imaginar. Ellos habían visto, hablado y caminado con Dios en ese santuario llamado Edén. ¿Os podéis imaginar cuánto habrían aprendido ahí? Sin duda, el pecado los alejó de Dios, pero no quiere decir que él cortara toda comunicación con ellos. Es posible que Dios continuara hablándoles de una forma u otra fuera del jardín del Edén. Ellos tuvieron temor de Dios, pero también vieron su misericordia, su bondad y su amor al taparles su desnudez y prometerles un remedio que cubriría para siempre sus transgresiones. El temor de Dios se transmitió a través de las generaciones, pero también su amor y su misericordia.

Abraham fue una persona que temió a Dios, sin embargo, después de encontrarse con Melquisedec y de ser bendecido por él con pan y vino, Abraham tuvo una visión dónde Dios le dice:

 “No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande…Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia. Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia.” (Gén. 15:1-6)

El temor de Dios fue acompañado de su fe, la cual fue contada por justicia. El temor no salva a nadie por sí mismo. El temor sin fe, sin amor, sin misericordia, es tan vacío como un cántaro sin agua. “No temas”, le dijo, “no temas, Abram”. El temor es un instrumento necesario, pero se necesita algo más. La Biblia nos dice que el temor de Jehová es el principio de la sabiduría, pero no nos dice que es el fin. El temor es el principio de nuestra comprensión, pero esta debe ir acompañada de la fe, el amor y la misericordia.

Como padres, entendemos que es importante que nuestros hijos tengan cierto temor. No obstante, ningún buen padre quiere que sus hijos le tengan miedo. Queremos que nuestros hijos nos amen y obedezcan, no por temor sino por amor. Pero esto es algo que solo puede venir a través del aprendizaje, y esto empieza con el temor. El propósito de la corrección es que el hijo aprenda a obedecer y a discernir entre lo bueno y lo malo.

Al principio, Adán era inocente como un niño recién nacido, no sabía lo que era el mal. Cuando Adán y Eva desobedecieron, sus “ojos fueron abiertos” al pecado. Habían comido del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal. Ahora, nosotros, sus descendientes, tenemos la opción de conocer lo que es bueno y malo, y podemos escoger entre una cosa y otra. Pero para eso necesitamos conocimiento y corrección.

Ahora bien, la corrección que no va acompañada del amor y la misericordia del padre puede crear cierta obediencia, pero no atraerá a su hijo. Desgraciadamente, muchas veces los padres fallamos en esto. Pero sabemos que nuestro Padre celestial no es así. El Buen Padre castiga y corrige a sus hijos, pero siempre con amor y paciencia. Él espera que ellos entiendian su maldad y cambien sus caminos. Pero también quiere que sus hijos tengan comunión con Él. Está siempre dispuesto a perdonar y espera que ellos se acerquen a Él. Ese es su DESEO.

Resumen

El significado del término “temor de Jehová” no es “reverencia”. Existe una palabra para temor o miedo (Yaré) y otra para reverencia (Shajá). En todos los casos, Yaré es la palabra que se utiliza cuando hablamos del temor de Jehová. En hebreo, al igual que en español, cada palabra tiene un significado específico. Por lo tanto, no es correcto cambiar el sentido básico de una palabra por conveniencia. Es más, deberíamos tener temor de amoldar las palabras de Dios a nuestro parecer.

También hemos visto que el temor es algo que está arraigado en el corazón del hombre. Desde que Adán y Eva pecaron, hemos tenido temor. Ahora bien, el temor no siempre ha sido hacia Dios. Más adelante las personas acabaron temiendo y adorando a otros dioses o incluso a personas. Nuestro temor y nuestra adoración debe ser hacía Dios. El hombre siempre va a temer a algo, sino tememos a Dios, temeremos a los hombres o a los espíritus inmundos, y por consiguiente temeremos la muerte. Pero si tememos a Dios y confiamos en él, no vamos a tener miedo ni de las personas ni de la muerte. Jesús dijo: “estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.”

Abraham confió en Dios, y él le dijo: “No tengas miedo”. Ningún buen padre quiere que su hijo le tenga miedo. Más bien quiere que le ame, igual que el padre le ama a él. No obstante, el temor al padre también es necesario. Esto trae conocimiento del pecado y ayuda a corregir al hijo. Podríamos decir, por tanto, que el temor de Dios nos ayuda a escoger el camino correcto y el amor nos ayuda a andar por él, pero siempre con el temor de que desviarnos de este nos puede llevar a perder nuestra comunión con el Padre, con el consiguiente castigo o corrección. Siempre seremos sus hijos. Nuestro estatus no va a cambiar. La salvación es segura, pero la comunión no lo es. Nuestra relación con él depende de nosotros. Nuestro temor no es que podamos acabar en el infierno, sino que perdamos nuestra comunión con él. Sigamos pues, como buenos hijos, caminando hacia delante, mirando la luz resplandeciente que hay en el horizonte, temiendo siempre no resbalar y frenar nuestro progreso.

 

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