¿Puede la vaca alazana purificarnos de nuestros pecados?
—Enguardia
En el corazón de la antigua ciudad de Jerusalén, a escasos metros del Muro de las Lamentaciones, se encuentra la sede y el museo del Instituto del Templo (The Temple Institute en inglés). Desde sus inicios en 1987 esta organización ha atraído a numerosos judios, e incluso a muchos cristianos. La misión de este grupo religioso es la de reconstruir el Templo de Jerusalén. No obstante, hay varias barreras que deben sobrepasar antes de poder hacer esto. En primer lugar, el Templo (המקדש, ha-makdesh) debe construirse en el lugar donde se encuentra el monumento islámico de la Cúpula de la Roca (lean Jesús y la Cúpula de la Roca). En segundo lugar, para poder construir el Tercer Templo de Jerusalén es necesario restablecer el sistema sacerdotal y todo lo que conlleva, en especial, los holocaustos.
El Instituto de Templo todavía no ha podido solventar el obstáculo de la Cúpula de la Roca, pero quieren asegurarse de que una vez lo hayan sobrepasado, el segundo obstáculo ya no sea un problema. De hecho, el Instituto del Templo asegura que ya lo tienen casi todo listo para volver a instituir el sistema de los sacrificios del Tercer Templo de Jerusalén. Algunas de las cosas que ya tienen preparadas son: la ofrenda del «medio siclo (shekel)» (Ex.30:11-16), la vestimenta de los sacerdotes, la Menorá o candelabro de oro, etc.
Quizá uno de los avances más significativos de esta institución es la «resurrección» de la vaca roja o alazana (red heifer) mencionada en Números 19. En este vídeo publicado el año pasado, se pueden ver las vacas alazanas criadas especialmente para los sacrificios. «Seis meses atrás obtuvimos dos vacas alazanas pero tenían algunos pelos blancos, que pensamos que desaparecerían, pero no lo hicieron, así que no son Kosher (aptas para el sacrificio)», nos dice Yitzchak Reuven. Recientemente el Instituto de Templo ha dado esta noticia:
«En los últimos seis meses, el Instituto del Templo ha ampliado enormemente sus esfuerzos para criar una vaca roja en Israel cuyas cenizas se pueden usar para lograr el más alto nivel de pureza bíblica que permitirá a los kohanim (sacerdotes) y a los judíos comunes ingresar a las áreas del Monte del Templo donde se ubican los patios interiores del Templo y el Santuario del Templo, requisito indispensable para la renovación del servicio Divino en el Santo Templo. Actualmente no se pueden revelar más detalles por razones operativas. Baste decir que los esfuerzos actuales son de alcance internacional. Esperamos poder compartir más información en un futuro cercano a medida que se avance.»
Como podemos observar, la reinstitución del sistema de los sacrificios (incluido el de las vacas alazanas) es indispensable para poder llevar a cabo los servicios del Templo. La vaca roja es de especial interés porque es una raza peculiar. Aunque no es raro ver vacas alazanas, el mandamiento descrito en el Antiguo Testamento requería unas condiciones especiales. Por ejemplo, tenía que ser una novilla (פָּרָה, pará) «perfecta, en la cual no haya falta, sobre la cual no se haya puesto yugo». Según la tradición judía esta novilla no podía tener tan siquiera dos o tres cabellos que no fuesen rojos. Esto las descalificaría automáticamente.
Según vemos en el capítulo diecinueve de Números, el sacrificio de la vaca alazana era un requisito para ser purificado después de haber estado en contacto con algún muerto. El procedimiento era el siguiente:
«Daréis [la vaca alazana] a Eleazar el sacerdote, y él la sacará fuera del campamento, y la hará degollar en su presencia. Y Eleazar el sacerdote tomará de la sangre con su dedo, y rociará hacia la parte delantera del tabernáculo de reunión con la sangre de ella siete veces; y hará quemar la vaca ante sus ojos; su cuero y su carne y su sangre, con su estiércol, la hará quemar…y un hombre limpio recogerá las cenizas de la vaca y las pondrá fuera del campamento en lugar limpio, y las guardará la congregación de los hijos de Israel para el agua de purificación; es una expiación.»
Tanto el sacerdote, como la persona que quemó el sacrificio, al ser inmundos, debían lavar sus vestidos y sus cuerpos por completo. Después una «persona limpia» ponía las cenizas del sacrificio fuera del campamento, en «un lugar limpio». Más tarde, estas mismas cenizas se mezclaban con agua viva (corriente) para purificar a aquellos que habían estado en contacto con algún muerto. Las personas inmundas, después de haber tocado algún cadáver, debían limpiarse con esa agua al tercer día
El misticismo de la vaca roja
Es comprensible que un judío que no ha sido iluminado por el Hijo, enviado para su liberación, crea que es tan importante seguir estos mandamientos, pero no es justificable que le atribuyan a estas vacas rojas poderes místicos, cómo leemos en su mismo sitio web:
«Quizás a algunos les resulte difícil creer que una vaca pueda ser tan importante. Pero en verdad, el destino del mundo entero depende de la vaca roja. Porque Di-s ha ordenado que solo sus cenizas sean el único ingrediente que falta para el restablecimiento de la pureza bíblica y, posteriormente, la reconstrucción del Templo Sagrado.
Este es el papel del Tercer Templo para toda la humanidad, y esta es la visión mesiánica del futuro: el llamado a vivir una vida eterna, liberados de la farsa y la infelicidad que es la suma total de la condición humana para tantas personas. El llamado a la verdadera alegría de vivir la vida al máximo, con el conocimiento de Di-s.»
Curiosamente, estos «templarios» alegan que la vaca alazana es un recordatorio del pecado que cometieron en el desierto al crear el becerro de oro, porque dicen que «de la misma manera, la vaca roja sirve para expiar el caos espiritual traído al mundo a través del becerro de oro».
Al leer estas palabras uno puede llegar a pensar que esta vaca roja tiene un poder expiatorio sobrenatural. ¿No será que al otorgarle a esta vaca tal poder están cayendo en el mismo error que cometieron en el desierto al construir el becerro de oro?
No, la vaca roja no trajo ningún caos espiritual al mundo, sino que fue el pecado cometido en el jardín del Edén, y por consiguiente nuestro propio pecado, el culpable de este «caos» espiritual. Y no, el mundo entero no depende de ninguna vaca roja, sino del Cordero de Dios, Jesús, el único que puede expiar nuestros pecados.
El Tercer Templo de Jerusalén: ¿Coexistencia o apostasía? |
Jesús y la vaca roja
Parece interesante que la Biblia menciona a Jesús como el Cordero de Dios (Jn. 1:29; Ap. 5:6; 7:17), y no como la «vaca de Dios» o la «novilla de Dios», ni siquiera como «el becerro de Dios». ¿Por qué un cordero y no un becerro o una vaca? Quizá porque Dios, sabiendo los pensamientos y el corazón del hombre, supo lo que pasaría si se identificara a Jesús con un animal tan venerado por tantas religiones paganas. O quizá, porque el becerro les haría volver a anhelar aquello que perdieron, como la mujer de Lot girando su rostro hacía Sodoma.
A pesar de todo, la vaca alazana sigue siendo un precepto descrito en el Antiguo Testamento. Por lo tanto, no hacemos mal al estudiar este tema. De hecho, sorprendentemente, la vaca alazana también aparece brevemente en el Nuevo Testamento:
«Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra (novilla) rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?» (Hebreos 9:13-14)
Pablo entendió que todas estas cosas eran imágenes que apuntaban a Cristo. «La sangre de los toros y de los machos cabríos» parece ser una referencia a los sacrificios ofrecidos durante el Yom Kippur, el Día de la Expiación. Mientras, la becerra debe ser la vaca alazana descrita en el Antiguo Testamento, puesto que el texto describe que las cenizas de la becerra eran «rociadas a los inmundos», algo que se describe también en Números 19.
Más adelante, concluyendo el libro de Hebreos, Pablo continúa con sus imágenes alegóricas. No obstante, aquí, el apóstol parece centrarse en los holocaustos de expiación ofrecidos en el Yom Kippur.
«Porque los cuerpos de aquellos animales cuya sangre a causa del pecado es introducida en el santuario por el sumo sacerdote, son quemados fuera del campamento. Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta.» (Hebreos 13:11-12)
El mandamiento consistía en seleccionar a dos machos cabríos para la expiación del pueblo de Israel y un becerro para la expiación del sacerdote Aaron. Uno de los machos cabríos era enviado al desierto, llevando «sobre sí todas las iniquidades de ellos a tierra inhabitada». El otro macho cabrío y el becerro eran sacrificados para la expiación de los pecados del sacerdote y el pueblo. Estos sacrificios tenían que ser quemados fuera del campamento. (Levítico 16)
No obstante, hay que tener en cuenta que no todos los sacrificios se quemaban fuera del campamento (ver Levítico 6:24-30;7:10). Pablo conecta el sacrificio del macho cabrío (llevado para ser quemado fuera del campamento) con la muerte de Jesús, quien fue crucificado fuera del Templo y la ciudad.
Curiosamente, el ritual de la vaca alazana tiene cierta similitud con los sacrificios del Yom Kippur. Al igual que el becerro y el macho cabrío, la vaca alazana era quemada «fuera del campamento» (Nu.19:3). Es más, no solo era quemada sino también sacrificada allí fuera (el macho cabrío y el becerro eran sacrificados dentro). Aún más interesante es que en los tiempos de Jesús el sacrificio de la vaca alazana se realizaba al otro lado del Valle del Cedrón, a los pies del Monte de los Olivos, posiblemente a escasos metros del Jardín de Getsemaní, donde fue entregado Jesús.
Según cuentan algunos historiadores y comentaristas judíos, en aquellos tiempos existía una rampa que conectaba el Monte de los Olivos con el Templo de Jerusalén. La puerta con la que conectaba dicha rampa se conoce como la Puerta Dorada (nombre procedente del árabe), pero antiguamente ésta se conocía como la Puerta de la Misericordia. Posiblemente esta puerta fue por la que pasó Jesús en su entrada triunfal poco antes de su muerte.
Los judíos del Templo creen que esta vaca mística puede purificarlos de sus pecados, «porque es a través de la vaca que todo Israel se vuelve puro», nos dicen. No obstante, esto contradice lo que las mismas escrituras nos dicen, pues si algún animal pudiese quitar el pecado no sería la vaca alazana (como hemos visto anteriormente) sino los dos machos cabríos del Día de Yom Kippur (y porqué no, el cordero pascual), los cuales son analogías del sacrificio expiatorio de Jesús.
A pesar de todo, la vaca alazana nos da incluso otra analogía interesante, pues al igual que la vaca que purificaba a aquellos contaminados por la muerte, Jesús, muerto fuera del campamento, es el único que puede purificarnos de los efectos causados por la muerte.
¡Lavémosnos con la verdadera agua viva de la purificación, pues aquel que tocó y resucitó a los muertos (nunca volviéndose impuro), es el único que puede librarnos de las garras de la muerte! Amen.
[…] La vaca roja es de especial interés porque es una raza peculiar. Aunque no es raro ver vacas alazanas, el mandamiento descrito en el Antiguo Testamento requería unas condiciones especiales. Por ejemplo, tenía que ser una novilla (פָּרָה, pará) «perfecta, en la cual no haya falta, sobre la cual no se haya puesto yugo». Según la tradición judía esta novilla no podía tener tan siquiera dos o tres cabellos que no fuesen rojos. Esto lo descalificaría automáticamente. […]