El siguiente texto ha sido extraído del libro Creatio de Alexander vom Stein, pp. 120-123
La humanidad se ha planteado desde hace ya mucho tiempo la pregunta sobre su origen. Se han propuesto todo tipo de respuestas. Ya en la antigüedad existían teorías sobre el origen y la evolución. ¿Cómo se desarrollaron las concepciones del universo más importantes del pasado?
En la mayoría de culturas, la historia de la creación transmitida se mezcló con las religiones y culturas idólatras de su época, convirtiéndose así en un mito. Paralelamente, desde la antigüedad se comenzaron a formar ideas sobre la evolución del universo y sobre el origen común de todos los seres vivos.
Es fácil de entender que todo intento de explicar el origen de la vida sin una acto de creación llevara a la idea de algún desarrollo o proceso evolutivo. Después de todo, por experiencia vemos que las cosas complejas no aparecen de repente y de la nada, sino que necesitan un proceso lento para desarrollarse (como una planta se forma a partir de una semilla, o un animal a partir de un huevo).
Los filósofos griegos
Los antiguos mitos evolutivos todavía estaban bastante relacionados con la existencia y las obras de los dioses. Los griegos fueron los primeros que comenzaron a buscar sistemáticamente uno o más «principios originales” con los que se pudiera explicar el desarrollo del universo y de la vida sin la influencia de ninguna divinidad. [Para más información lean Los griegos, el paganismo y la evolución] Sus planteamientos eran sólo intentos de encontrar racionalmente (es decir, sin experimentos científicos) una explicación para el sentido, la esencia y el origen de todas las cosas. En el caso de estos antiguos filósofos, estas ideas no eran teorías científicas como las actuales, sino más bien especulaciones sobre la esencia del mundo.Aunque algunas de sus ideas ahora nos parecen chocantes, muchas de estas retomaron más tarde en las teorías evolutivas modernas.
Tales de Mileto (624-546 a.C.):
El elemento original (o principio de todas las cosas) es el agua. El agua puede tomar cualquier apariencia. Todo se forma a partir de ella y se tranforma siguiendo un cierto ciclo. En todas las cosas habita lo divino, que hace que sean lo que son en sí mismas.
Casi todos los filósofos griegos posteriores incluyeron en sus razonamientos este pensamiento de un ciclo eterno en vez de una creación ocurrida una sola vez; muchos de ellos tenían como objetivo principal encontrar el origen (gr. arjé), fuente o principio de todas las cosas.
Anaximandro de Mileto (610-546 a.C.):
El origen de todas las cosas es una sustancia indefinida, el ápeiron. Los animales salieron de lo húmedo, que se evapora por la acción del sol. Primero aparecieron los peces. Más tarde perdieron una parte de sus escamas, y al dejar de vivir en el agua se convirtieron en humanos y otros seres.
Aquí ya se menciona la idea de la evolución de la vida a partir de aporte de energía (del sol sobre el agua), y se sitúa el origen del hombre en el reino animal. También se atribuye todo el proceso a la casualidad.
Anaxímenes de Mileto (585-525 a.C.):
La substancia primordial es el aire. Si se condensa, se convierte primero en agua, y luego en piedra. Si se rarifica, se convierte en fuego. Todas las cosas se componen de aire en estas diferentes formas.
Heráclito de Efeso (535-470 a.C.):
El “fuego eterno” es el principio del universo y la acción divina constante que forma, influye y modifica todo lo que existe, pero en sí es inmutable.
Empedocles de Akagras (492-430 a.C.):
Todas las cosas vienen de los cuatro elementos básicos: fuego, aire, agua y tierra, y se diferencian sólo en la cantidad de cada elemento que contienen. Hay dos fuerzas que actúan sobre el universo: el amor y la discordia. El amor mezcla los elementos hasta distribuirlos de manera proporcionada, la discordia los vuelve a separar. Con esto se forman los diferentes tipos de materia, que conforman los diferentes objetos y seres vivos. La discordia sigue actuando hasta que llega a destruir («disgregar») todo, separándolo en sus cuatro componentes. Después viene otra vez el amor, y vuelve a mezclarlos. Este ciclo se repite durante toda la eternidad. Esta teoría la retomaron, de diferentes maneras, muchos filósofos griegos posteriores. Platón (428-347 a.C.) la hizo muy popular (él también hablaba de cuatro «elementos») y no pudo ser refutada hasta el siglo XVII.
Aristóteles (384-322 a.C.):
Sus tesis se pueden resumir de la siguiente manera: todo se compone de materia y forma. La materia (o materia prima) se encuentra en constante movimiento y tiene la posibilidad de transformarse (cambio sustancial) para conseguir un objetivo (actus). Dios (no una persona, sino más bien un principio divino) es tanto el que desata el movimiento que ocasiona estos cambios como el mayor objetivo de ellos. Se pueden distinguir diferentes niveles: materia + forma (vida) = plantas (materia viva) + forma (alma carnal) = animal (materia sensible) + materia (intelecto) = ser humano. Por encima de todo está lo divino.
Con este «principio de forma», Aristóteles postuló prácticamente lo que se convertiría más adelante en la teoría de la evolución teísta. Partiendo de la materia existente, un ser divino actúa y desata un cierto desarrollo o evolución, que siempre tiende a lo máximo, lo mejor y lo divino. Esta concepción no entraba en conflicto con las otras ideas ya mencionadas. Aristóteles también defendía la posición de que «los antepasados del hombre descienden de los peces, y en algún momento pasaron del agua a la tierra».
La iglesia temprana
Cuando el cristianismo se comenzó a expandir, la doctrina bíblica entró en conflicto con la filosofía griega. Algunos padres de la iglesia antigua tomaron una parte de esta filosofía y se basaron en ella para construir su propia interpretación de la Biblia. Con esto se comenzó a dudar de la sencillez con la que se puede entender la creación bíblica. Incluso Agustín de Hipona, que se ciñó bastante a la Biblia y marcó la manera de pensar de la cultura de occidente, no se libró de la influencia de la filosofía.
Agustín de Hipona (354-430 d.C.):
La manifestación bíblica es la verdad absoluta. Dios no forma parte de la creación, y creó todo de la nada. Originalmente, la creación era buena. Con estas afirmaciones, Agustín de Hipona dejó claras sus discrepancias con las doctrinas filosóficas griegas. Sin embargo, en otros puntos sí se basó en esas ideas, con lo que entró en contradicción con la doctrina bíblica: La creación no ocurrió en seis días, sino de manera inmediata. En el principio fue creada la materia informe (“gérmenes primitivos”), que se convirtió en todas las cosas que existen. La creación original, que era perfecta, fue desolada por la caída de Satanás [teoría de la brecha].
La escolástica: filosofía de la Edad Media
Esta irrupción de la filosofía en la interpretación de la Biblia fue el comienzo de un desarrollo de graves consecuencias. En lo sucesivo se formó la corriente filosófica de la escolástica, la cual influenció el pensamiento de los eruditos de Occidente hasta el siglo XV. Los escolásticos, por un lado, se aferraron a la manifestación bíblica como verdad fundamental. Por otro lado, intentaron resaltar la importancia del pensamiento racional. En la escolástica temprana (siglos IX al XII) se planteó la tesis radical de que el intelecto no podía seguir estando subordinado a la fe, y que con ayuda de él se podía investigar la fe y llegar a descubrir nuevas verdades (Anselmo de Canterbury, 1033-1109). En la escolástica superior (siglos XII y XIII) se le quitó la prioridad a la razón y se comenzaron a considerar fe e intelecto como complementos mutuos, y no como ideas contradictorias. Cada uno de ellos debería limitarse a su propio “radio de acción”.
Tomás de Aquino (1225-1274):
El hombre tiene que distinguir entre dos áreas: el área de lo natural, visible y escudriñable (naturaleza) y el área de lo sobrenatural, invisible, inmaterial, moral y lo revelado por fe (gracia). En el área natural, el hombre es capaz de adquirir conocimientos por su propia cuenta, pero en el área de la fe necesita la manifestación de Dios para ello. El conocimiento de la razón sólo puede acercar al hombre a Dios, quien le dio la inteligencia para ello.
Seguramente, la intención de Tomás de Aquino no fue que sus afirmaciones se tomaran más tarde como base para separar de manera radical la ciencia y la fe. Él sólo aseguraba que las dos áreas no se pueden contradecir, sino sólo complementar. Por desgracia, su pensamiento llevó a una mayor aceptación y reconocimiento de la filosofia pagana, que sostenía que todas las cosas naturales se pueden explicar de igual manera aun sin tener la fe cristiana como base fundamental. Justamente la doctrina de la creación, que trata sobre el origen de lo natural, se encuentra desde ese entonces en el área conflictiva entre “naturaleza y gracia” o “fe y ciencia”. En la escolástica tardía (siglos XIV y XV), se acabaron separando por completo las dos áreas.
Guillermo de Ockham (1285-1349):
La razón nos puede proporcionar conocimientos sobre el mundo escudriñable, pero es limitada y no nos puede proporcionar conocimientos sobre Dios. Éstos sólo pueden venir por fe y por manifestación divina. Este punto de vista muestra las limitaciones de la razón. Fue fatal que a partir de ahí se concibieran las dos áreas como cosas separadas Cuando la ciencia, más tarde, ganó en importancia, el área reservada a la fe comenzó a menguar hasta desaparecer más y más con la llegada de la Ilustración.
La Ilustración
La filosofía de la Ilustración preparó el terreno para el desarrollo de la teoría moderna de la evolución. La base de la Ilustración fue un gim radical en el pensamiento. El panorama intelectual de occidente transformó por completo. La nueva corriente se puede caracterizar con el famoso «Cogito, ergo sum».
René Descartes (1596-1650):
Dudo, luego pienso; pienso, luego existo. Puedo dudar de todo excepto de que soy un ser que piensa. Todo lo que se puede reconocer claramente con ayuda de la razón es verdadero.
Mientras que hasta entonces Dios y su palabra, la Biblia, habían servido de base y de punto de partida del conocimiento, a partir de ahí fue el pensamiento humano quien tomó este lugar. La fuente del conocimiento humano comenzó a ser la ratio (razón, racionalidad).
Es interesante ver cómo se formaron un sinfín de corrientes filosóficas, la mayor parte de las cuales aún tienen cierta importancia. Sería demasiado extenso hablar detalladamente de Rousseau, Voltaire, Kant, Hegel, etc.
La idea de que la revelación de Dios no tiene ninguna relevancia para las preguntas científicas es la que determina el pensamiento de los científicos actuales. En una carta enviada al autor por un corresponsal suyo, un profesor de universidad, se lee lo siguiente (referido al tema: ¿Creación o evolución?):
“Estamos hablando de encarar a la ciencia racional con una concepción subjetiva del mundo.
Ambas son legítimas si se las restringe cada una a su dominio. Un pez no puede sobrevivir en la tierra, y un león no puede sobrevivir en el agua. ¡Sólo le puedo recomendar que separe cuidadosamente la religión de la ciencia!”
La teoría de la evolución, tal y como la conocemos hoy en día, apareció en el siglo XVII y está estrechamente vinculada al nombre del naturalista inglés Charles Darwin.
Darwin no fue el único ni el primer científico que planteó la concepción de origen común de todos los seres vivos. Casi todos los principios de su teoría se pueden observar en sus precursores y coetáneos.
Precursores de la teoría de la evolución
René Descartes (1596-1650)
Jan Swammerdam (1637-1680)
Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716)
Benoît de Maillet (1656-1738)
P.L. Moreau de Maupertuis (1698-1759)
Georges Louis Leclerc Buffon (1707-1788)
Julien Lamettrie (1709–1788)
David Hume (1711-1776)
Denis Diderot (1713-1784)
Immanuel Kant (1724-1804)
Erasmus Darwin (1731-1802)
Jean-Baptiste de Lamarck (1744-1829)
Robert Thomas Malthus (1766-1834)
Georg W. Friedrich Hegel (1770-1831)
Étienne Geoffroy St.-Hilaire (1772-1844)
W. von Schelling (1775-1854)
Charles Lyell (1797-1875)
Franz Unger (1800-1870)
Robert Chambers (1802-1871)
Charles Darwin (1809-1882)
Herbert Spencer (1820-1903)
Alfred Russel Wallace (1823-1913)
Darwin conocía el trabajo de sus colegas, y los nombró en su obra Sobre el origen de las especies por medio de la selección natural. Su gran aportación fue hacer de estas afirmaciones una teoría estructurada e intentar probarla por medio de observaciones en la naturaleza.
Sé el primero en comentar